Una de las primeras decisiones que tomamos en nuestras vidas ocurre cuando se acerca el fin de la etapa escolar; este proceso muchas veces es vivido con ansiedad o expectación no tan sólo por los y las jóvenes que deben tomar la decisión, sino que también por los padres, el sistema familiar extendido (abuelos, tíos) y el sistema escolar.
Dependiendo de cada familia, esta decisión se vive con más o menos tiempo de anticipación y muchas veces comienzan a hacerse más visibles algunos “mandatos familiares” que este joven “debiera cumplir” para satisfacer a la familia. En algunos casos es acerca de una carrera específica “Todos los hombres han sido abogados, futbolista, etc.”, en otros ocurre que es la primera generación que tiene oportunidad de estudiar y entonces existen muchas expectativas respecto de la decisión a tomar por el adolescente.
También en esta etapa aparecen juicios respecto al oficio, la actividad a realizar, la carrera a elegir o la casa de estudio que la familia y/o el entorno escolar del joven comienzan a plantear para direccionar la toma de decisión, entendiendo que los adultos cuentan con mayor información. Sin embargo, cuando estas situaciones surgen desde la imposición y sin escuchar la opinión o inquietudes del estudiante, esta forma de apoyar se convierte en una gran mochila que en ocasiones termina en una toma decisión forzada, estresando el proceso y aumentando la ansiedad de todos los integrantes de la familia.
Por otro lado, se encuentra la presión cultural dónde aún se nos enseña que esta decisión es única en la vida, que define el futuro y que por ende equivocarse no está permitido, generando aún más presión en los estudiantes. Por eso, en Diálogos consideramos fundamental acompañar al sistema familiar para reflexionar acerca de cómo se están viviendo este proceso, revisando qué creencias y emociones tiene cada uno y cómo éstas pueden estar impactando la toma de decisión de él o la joven.
De esta manera, un camino para bajar la ansiedad es ampliar la mirada y abrir un espacio de conversación donde cada uno pueda sentirse escuchado y visto, en libertad para plantear sus inquietudes, pero ya no inocentemente sino que haciéndose cargo del impacto que eso puede tener en el otro (desilusión, incomodidad, rabia, etc.).
Además, comenzar a comprender esta etapa más allá de un hecho puntual, entendiendo que esta decisión es el primer paso de un proceso dinámico y con posibilidad de error, permite empoderar al joven, ya no desde un lugar pasivo, de temor y/o de sumisión, sino que desde la aceptación, responsabilidad y autonomía de ir tomando decisiones y obteniendo aprendizajes en el camino.
Nelly Huerta
Psicóloga Instituto Diálogos, Magister en Biología-Cultural, Postítulo Psicoterapia Estratégica Breve.
nelly.huerta@ipdialogos.org